sábado, 16 de enero de 2010

¿Qué es la Historia? Análisis comparativo (Bloch, Certeau, Jenkins, Gaddis)

La policía carga contra el grupo de historiadores que debatían
sobre la epistemología de la Historia




¿Qué es la historia?



¿Ciencia de los hombres en el tiempo o la operación que surge como resultado de la combinación de una esfera social con una práctica que, de ser erudita, ha devenido en técnica científica? ¿Es la Historia simplemente una experiencia sustitutiva, la manera que tienen los historiadores de representar el paisaje de la historia desde el presente o por el contrario deberemos de afirmar que se trata de un discurso cambiante con pretensión de saber que remite a una forma profesional y, además, del producto de una ideología?
En vistas de la magnitud de la tragedia, no nos queda más remedio que diseccionar sin anestesia a los cuatro autoresi que nos ofrecen tan dispares versiones sobre la naturaleza de la Historia. Pero antes de desenvainar la espada y entrar en desacuerdos, optemos primero por señalar algunos lugares comunes en el heterogéneo conjunto de la obra de estos autores.
En primer lugar, cabe afirmar que todos ellos convienen que la interpretación es un aspecto fundamental para la historiografía. Todos, desde la Apología para la Historia de Bloch al Repensar la Historia de Jenkins, se inclinan por negar la viabilidad del modelo propuesto por paradigma rankeano que con su empirismo ingenuo llevaron con éxito a la disciplina a la cima. Por consiguiente, tanto los unos como los otros reconocen que, por “culpa” de la irremediable subjetividad del historiador, alcanzar la “realidad” es imposible. Veamos, pues, de qué modo lo hacen.


Apología para la Historia o el oficio de historiador (Bloch)


De entrada, Bloch no lo afirma de forma directa. Sin embargo, no hace falta la posmodernidad para ser escéptico. Bloch bebe de la filosofía de Kant para referirse al historiador como un sujeto que reordena la realidad mediante categorías, abstracciones; por lo que la parte de realidad que percibe aparece distorsionada por la propia percepción del individuo. Gaddis bebe directamente del autor de Apología para la Historia, pero va un poco más allá. Admite sin reparos la condición interpretativa de la historia sin demasiados complejos. En su exilio de lo objetivo, nos dice Gaddis, los historiadores representan lo que no pueden construir. Para él este efecto placebo es al mismo tiempo más que la historia (la manipulación espacio-temporal permite nuevas perspectivas de análisis) y menos que ella (su condición de simulación). Antes de llegar al abismo posmodernista nos encontramos con el controvertido Michel de Certeau, para quien “no hay consideraciones […] capaces de borrar la particularidad del lugar de que hablo” (15: 1978), la relación entre objeto y sujeto condiciona radicalmente la Historia. En La Operación Histórica el historiador depende tanto del lugar en la esfera social como de las normas y restricciones impuestas por su institución. Por último, Jenkins reivindica un firme relativismo que reduce cualquier interpretación a la condición de texto sin capacidad referencial sobre la realidad. Para ello, incide repetidas veces en la inexistencia de un patrón de verdad más allá de la mera ficción útil creada por una sociedad.



Repensar la historia (Jenkins)


Llegamos así al acuerdo que son los prejuicios, el armazón cognitivo del individuo, lo que le permiten entenderse en su contexto y su momento histórico (Gadamer), es decir, lugar desde donde tiene cabida el conocimiento.
El segundo gran acuerdo que podríamos establecer es la distinción entre Historia y pasado, no siempre tan obvia. Por un lado, Jenkins separa ambos conceptos de muy buena gana, certificando que la Historia es “mucho menos que el pasado”; un Gaddis algo cabizbajo aceptaría la distinción exigiendo a cambio la obligación de rendir cuentas, mientras que Certeau establece una diferenciación mucho más compleja que comprende, desde la perspectiva del control que ejerce la institución del saber, el proceso de transformación de la naturaleza (hipotético pasado) en cultura (Historia). Sin salir de su concepto de “esfera social”, Certeau defiende que el objeto de la Historia es el tiempo social. Siguiendo esa línea, Bloch observa lúcidamente que la Historia no monopoliza el pasado; algo que Jenkins parece no compartir. Y es que, contrariamente a la afirmación de Bloch, el objeto de la Historia es el pasado.
Avanzar en el mismo camino nos obliga a establecer las primeras digresiones directas sin haber agotado los espacios comunes. En cuanto a la posibilidad del conocimiento Histórico, Bloch presenta la postura más optimista en el sentido ortodoxo, al exigir a la “ciencia histórica” que se revista de un “poquito de verdad”, o lo que es lo mismo, que no se sustente sobre un mínimo lógico de de certidumbre construido a través de los métodos que él propone. En el otro extremo, Jenkins niega tal posibilidad. Ningún relato puede sustituir el pasado, tampoco existe un método único para llegar a tal verdad.. Imaginemos por un momento que, en el ardor de la discusión Bloch acusase a Jenkins (el único de los cuatro sin un trabajo propiamente “histórico” a sus espaldas) de lo mismo que acusaba a Valéry: de no conocer bien el oficio de Historiador. Jenkins podría respondería entonces que una actitud similar se correspondería con la típica reacción conservadora de un historiador celoso de su impenetrable monopolio sobre una disciplina imbuido en las relaciones de poder.
Certeau y Gaddis adoptan posturas que oscilan en el espacio intermedio que dejan Bloch y Jenkins. Mientras que Gaddis establece analogías con otros tipos de ciencia y reclama dicha categoría para la Historia al aludir a su condición de refutabilidad; Certeau acepta la noción de técnicas científicas. Estos métodos estarían determinados por los acuerdos y normalizaciones del grupo social que forma la institución que autoriza y prohíbe indistintamente. Al mismo tiempo, estas técnicas determinan a la operación histórica. Mientras que las leyes cambian, no así la presión que ejerce la esfera social que mantiene el estatus de tales regulaciones.


El paisaje de la Historia (Gaddis)


En cuanto al estatus de historia respecto al resto de ramas de conocimiento, podemos dividir a los autores en dos bloques. De nuevo, aquellos que son autores de una obra eminentemente metodológica (Bloch y Gaddis) coinciden: la Historia ha de mantenerse abierta a cooperaciones, no someterse. Pero Certeau niega que tenga un objeto de conocimiento tan bien delimitado, relegando a la Historia a un estatus ya no solo de ciencia auxiliar, relegada como ha quedado a los márgenes.
Considero que la influencia de Foucault es un buen punto de partida para extraer más diferencias. Si bien Jenkins de hace eco de una noción de poder de forma muy superficial para ideologizar su propuesta, Certeau hace su propuesta más original en su análisis de la Institución jerárquica del saber como una autoridad que perfila una conducta. Para Michel de Certeau, la subjetividad de los historiadores estaría tremendamente condicionada por las prácticas gremiales de la institución ya que la instauración de un saber es indisociable de la institución social comprendida como “cuerpo” en el interior de la sociedad” (20-21: 1978). Jenkins pone todo su empeño en llevar la atención al terreno de la ideología, en cierto sentido una crítica a Bloch que también comparte Gaddis. Sin embargo, he ahí una advertencia del viejo maestro que sirve a ambos: mientras que es resaltar el papel de la ideología o ‘sistema global’ en detrimento de una “subjetividad” del sujeto de tintes inocentes, no hay que confundir los juicios morales con la explicación.
Estas observaciones tan sagaces escapan al ojo de un Marc Bloch que admite no tener buena cabeza para disquisiciones filosóficas. En el caso de Gaddis, debemos de considerar que su posición rechaza esta postura, refiriéndose a Foucault solo una vez y utilizando el concepto “autoridad” en vez de “poder”.
Si continuamos en una línea de reproches, no podemos obviar en los textos epistemológicos (Certeau y Jenkins), la carencia de un análisis complejo de los métodos de los que se sirven los historiadores. Si bien es cierto que Certeau desmenuza íntegramente los pormenores de la operación histórica en tanto que relacionada con la sociedad, una visión sobre aspectos más metodológicos resulta, en mi opinión, clave para un examen completo de cómo se construye el discurso. La misma crítica, pero con más gravedad, pesa sobre la obra de Jenkins. En tanto que su duda sistemática no formular mayor refutación que la de “la imposibilidad del conocimiento” y la “infinidad de interpretaciones”, la lectura de Repensar la Historia corre el riesgo de caer en un pseudoescepticismo encerrado en la semiótica.


La operación histórica (Certeau)


No podemos, tienen razón Jenkins y Certeau, limitarnos a reproducir un discurso histórico sin tener en cuenta el lugar desde donde se produce. Sin embargo, la dimensión cívica que propugnaba Bloch conserva, desde mi punto de vista, una legitimidad que difícilmente permita el abandono de la Historia a su suerte. Por otro lado, hay que conceder a Gaddis que su propuesta, aunque tendenciosa (no por lo que dice, si no por lo que esquiva), presenta una voluntad pedagógica encomiable que bien le vale el agradecimiento de unos estudiantes generalmente asediados por pasajes tenebrosos.
En cierto modo no podemos ignorar toda la serie de consideraciones que Lawrence Stone recogía en su célebre artículo en Past and Present, así como tampoco los postulados de Heisenberg. Sin embargo, no entrar en las prácticas de la Historiografía, sus propiedades, su empleo de la causalidad, las maniobra del espacio/tiempo en el discurso o las vicisitudes que plantea la cuestión de la nomenclatura, tendrán la capacidad de arrojar luces interesantes sobre la problemática de la historia, pero su profundidad perderá plomo y se verán tarde o temprano relegadas al reino de la superficie. Es “sabido” que la historia ha suspendido en epistemología a lo largo de su historia como disciplina, sin embargo, de acuerdo con Certeau, la teoría solo es admisible “[si]articula una práctica, a saber la teoría que, por una parte, abre las prácticas al espacio de una sociedad y que, por otra, organiza los procedimientos propios de una disciplina” (16: 1987). Por consiguiente lo más sensato, al menos “nueve de cada diez veces”, será equilibrar las propuestas y afrontar la historia-problema desde la diversidad y la amplitud que Prigonine, Nobel de química del 1977, proclamaba para las ciencias, apremiando a la comunidad a adoptar un nuevo paradigma, el paradigma de la complejidad.






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Bibliografía: Bloch, Marc: Apología para la Historia o el oficio de historiador, México, Fondo de Cultura Económica, 2001. Certeau, Michel de: “La operación histórica” en J. Le Goff y Pierre Nora, Hacer la Historia, vol I. Nuevos problemas, Barcelona, Laia, 1978, pp.15-74. Gaddis, John Lewis: “El paisaje de la historia. Cómo los historiadores representan el pasado, Barcelona, Anagrama, 2004. Jenkins, Keith: Repensar la historia, Siglo XXI, 2009.

"War cinema: Hollywood on the front line" de Guy Westwell, disponible en Google Books

Un trabajo actualizado sobre la evolución del paradigma de la memoria cultural de la Segunda Guerra Mundial. Muy recomendable.